Por: Torres Navarro Paula Nicole*
La educación siempre ha sido un tema de interés para México a lo largo de la historia. Sin embargo, al hablar de educación hoy en día existen muchas variables nuevas a tomar en cuenta que no existían en épocas anteriores, por ejemplo, la relativamente reciente incursión de las TIC.
Hablar de educación en la época actual implica tomar en cuenta nuevas tecnologías, el acceso a estas, el sistema económico y político actual, la cultura, entre muchos otros factores que inciden en ella. Todos estos igual de importantes y complejos en sí mismos, por lo que si agregamos un fenómeno mundial e inusual como una pandemia por COVID-19, se complejiza aún la comprensión del fenómeno educativo actual pues se agregan variables no contempladas y sin antecedentes, como el tránsito obligado a la virtualidad. Desde el año 2020 toda la población mundial se vio afectada por este virus, el cual está cambiando la forma en la que la educación se lleva a cabo. La escuela y el hogar siempre fueron dos entes separados, pero ahora se han fusionado en una. Según la UNESCO, “más de 861.7 millones de niños y jóvenes en 119 países se han visto afectados al tener que hacer frente a la pandemia global que nos ha sacudido este año” (Villafuerte, 2020), esto debido a la necesidad de abandonar las aulas para salvaguardar su salud y la de sus familias; asimismo se han visto obligados a adoptar la educación 100% en línea y a distancia a la medida de sus posibilidades.

En este punto es importante destacar el hecho de que las posibilidades individuales de muchos alumnos (en el mundo y en el caso particular en el país) no solo dificultan, sino que han impedido el acceso a la educación durante la pandemia y como bien dicen muchos especialistas en el tema educativo: “las medidas llevadas a cabo ante la rápida propagación del coronavirus reflejan la realidad inequitativa que viven muchos estudiantes fuera de las aulas” (Villafuerte, op.cit).
El tema del confinamiento, en relación con la educación, vino a hacer más evidente una realidad lastimosa que ya conocíamos: la desigualdad. Es decir, que el porcentaje de familias de bajos recursos en el país es altísima y llevar la casa a la escuela implica una imposibilidad. No solo hablamos de los problemas para conseguir dispositivos tecnológicos o conectividad, que ya de por sí suponen un problema mayor, sino que engloban cosas tan simples como que muchos alumnos y sus familias no cuentan con un espacio apto para el aprendizaje, con las comidas diarias o sistemas de salud que aseguren el funcionamiento adecuado de sus capacidades cognitivas.
La educación en el mundo enfrenta desafíos de manera constante, todos los días y en todos sus contextos se enfrenta con retos que le demandan la sociedad cambiante, sin embargo, con el tema de la pandemia, la vida de las escuelas, los alumnos, las familias y los docentes; se ha visto alterada drásticamente. Muchas escuelas han contado con los medios económicos e infraestructura para poder realizar una mudanza forzada a medios digitales, pero muchas otras, que a penas y podían cubrir lo mínimo necesario para seguir los métodos de aprendizaje tradicionales, se han quedado atrás. Este año resulta impresionante el hecho de que mientras unos alumnos privilegiados cuentan con el apoyo económico y familiar para continuar sus estudios, otros han tenido que frenarlos completamente.
Estamos hablando de que existen niños y adolescentes cuyas familias se encuentran en posiciones óptimas y no solo han podido migrar sus estudios a plataformas virtuales, sino que sus padres han podido adaptar áreas de su casa para que ellos se sientan cómodos y dispuestos a aprender. En muchos casos también, los padres han estado más pendientes de la educación de sus hijos y han contratado a personal para ayudarlos en sus tareas escolares, complementando -o hasta sustituyendo- a la maestra regular. Pero al mismo tiempo que esto ocurre, tenemos muchos otros casos aún no documentados con precisión, de niños y adolescentes que viven en condiciones precarias, hacinados y con deficiencias de todo tipo, hablamos de hogares donde la comida no alcanza pues también sus padres han tenido que impedir sus labores económicas. Muchos de estas familias, no tienen acceso agua potable, existe una sola habitación para muchas personas y deben pelear el espacio para poder tener un mínimo de silencio o una silla para sentarse a estudiar o trabajar.
Aun cuando existan estudiantes que quizá tengan las condiciones económicas y tecnológicas para poder migrar sus estudios a una modalidad virtual, no han estado exentos de otro factor importante: las relaciones de convivencia entre los miembros de la familia.

Muchos estudiantes, son víctimas de abandono emocional, por parte de los padres o incluso que viven violencia intrafamiliar, lo cual impide el desarrollo normal de su aprendizaje y como lo han venido mencionando algunos medios, es un fenómeno que se ha agravado a raíz del confinamiento por la pandemia (UNICEF, 202). Estamos hablando entonces que “según el World Economic Forum, sólo alrededor del 60 % de la población mundial tiene acceso a la red” y que “la brecha digital continúa expandiéndose a medida que los estudiantes en sectores vulnerables siguen quedándose atrás en su aprendizaje” (Villafuerte, 2020).
En este contexto vale hacer reflexiones en torno al currículum. Como producto, es decir, el documento tangible que describe el proceso de enseñanza y aprendizaje ha tenido que repensarse y en muchos casos ya está siendo re-elaborado con miras a adecuarse a la nueva normalidad que nos va a dejar el contexto de la pandemia. Esto es, el tipo de actividades, horas de estudio y métodos de enseñanza-aprendizaje han tenido que variar, ya que la virtualidad no permite muchos de los ejercicios que normalmente se realizaban en la presencialidad.
Sin embargo, como plantea Magendzo (2020), esta situación debería ser considerada en el currículum si partimos de esa vinculación entre éste y la realidad actual, la sociedad y el mundo. Las diversas disciplinas podrían incorporar el contexto actual de la pandemia para su comprensión, por ejemplo, las ciencias podrían, desde su objeto de conocimiento, explicar temas como los virus, las vacunas, las enfermedades contagiosas, etc. La psicología, por su parte, podría ofrecer explicaciones sobre el comportamiento humano y la salud, el autoconocimiento y autocontrol en situaciones difíciles, entre otras.

En otro sentido del currículum, es decir, como proceso, vemos que, aunque se han ofrecido una serie de documentos de apoyo para docentes y alumnos para cumplir con lo que dictan los planes y programas de estudio que se están llevando a cabo en el contexto de la virtualidad y la distancia, nos encontramos
con una serie de dificultades que evidencian la imposibilidad de simplemente trasladar lo presencial a lo virtual. Estamos hablando de que en aquellas escuelas que sí han podido continuar labores, existen aulas virtuales en las que se evidencian una serie de dificultades que antes tal vez no podíamos
ni imaginar, como lo es la deficiencia de conexión (profesores y alumnos tienen audio y video entrecortado o las computadoras se traban), menor control del alumnado (apagan la cámara, juegan en el chat, parece que están conectados, pero en realidad están durmiendo, etc.), entre muchos otros. El trabajo colaborativo, se vuelve casi imposible de llevar a cabo de manera exitosa pues simplemente el proceso de comunicación se ve afectado por múltiples factores, muchos de ellos ajenos al estudiante como lo es el ruido, la calidad del servicio de internet, equipo de cómputo desactualizado, dinámicas familiares, etc.
Ante este panorama, vale la pena traer a cuenta el concepto de Philip W. Jackson respecto a la noción de currículum oculto, el cual define como aquello que el alumno aprende en la escuela pero que no contemplan los documentos curriculares plasmados en papel, tiene que ver con las reglas y normas no escritas que rigen la vida escolar, los sentimientos, valores, comportamientos que ocurren en el aula (Jackson, 2001).
En este sentido, se puede mencionar la vinculación que implica la virtualidad educativa para la parte normativa de nuestra forma de vida en casa, las reglas de la familia, las relaciones de convivencia, los usos y costumbres de trabajo en casa (previo a la pandemia) y que se han visto entremezclados y modificados con las dinámicas de la escuela. Comer, fumar, dormir, chatear, mirar TV o hacer ejercicio, son actividades que para muchos estudiantes se realizan a la par de la toma de clases y en muchos casos el docente ignora la ocurrencia de estas acciones que, sin embargo, modifican y en muchos casos afectan negativamente la dinámica de las clases.
A lo anterior, hay que agregar también los factores emocional y psíquico de los alumnos, profesores y padres de familia, quienes han tenido que cambiar su estilo de vida, de relacionarse y de aprender, lo cual puede derivar en múltiples procesos ansiosos o depresivos o como es el caso de los niños pequeños que, al no salir y no tener contacto con sus pares, han desarrollado malestares, problemas de comportamiento y de aprendizaje. Las familias han sido despojadas de su estabilidad y han tenido que mezclar su hogar y su dinámica con la escuela y el trabajo, ahora la cama es el escritorio y la pared de la sala el pizarrón, dejando de lado los espacios de recreación o simplemente, del hogar y nada más. Las familias que no tienen acceso a educación virtual se enfrentan a un rezago educativo que a la larga se va a traducir en una reducción importante de oportunidades para el futuro de esos niños y sus familiares. Por su parte, las familias que sí tienen este acceso se están enfrentando a que su comodidad e intimidad están siendo fuertemente invadidas.
Hasta este punto, no hemos mencionado los problemas económicos que ha representado para muchas familias de estudiantes, ni tampoco las pérdidas mortales de seres queridos que, sin lugar a duda, han hecho mella en ellos.

A modo de conclusión, lo único que puedo rescatar del tema es el hecho de que el coronavirus ha llegado a entorpecer y problematizar un panorama educativo que de por sí ya presentaba problemáticas importantes en México, así como el hecho de que los estudiantes, los profesores y
los padres se encuentran en medio de un proceso turbulento, del cual la educación no ha ayudado mucho para salir a flote de la mejor manera posible. Esta pandemia aún no termina y nos queda mucho por aprender de ella y una evolución educativa por estudiar y mejorar. Los métodos de aprendizaje virtual no sólo llegaron en este año caótico para la humanidad, sino que están aquí para quedarse y para revolucionar la manera en la que hemos percibido la educación hasta ahora, de manera global y de manera nacional. Las instituciones educativas y gubernamentales deberán prepararse, mejorar su currículum y atacar los puntos clave en la desigualdad para poder reparar el daño y rezago educativo que el año 2020 dejó en sus estudiantes.
Bibliografía
- Jackson, P. (2001) La vida en las aulas, Sexta edición. Editorial Morata.
- Magendzo, A. (28 de mayo de 2020) Interrogando al curriculum en tiempos de pandemia. La tercera. Chile. Recuperado de: https://www.google.com/search?q=periodico+la+tercera&oq=periodico+la+tercera&aqs=chrome..69i57j0j0i22i30l3.4968j0j4&sourceid=chrome&ie=UTF-8
- UNICEF (2020) Protección de la niñez ante la violencia durante y después de COVID-19. En: https://www.unicef.org/mexico/informes/protecci%C3%B3n-de-la-ni%C3%B1ez-ante-la-violencia-durante-y-despu%C3%A9s-de-covid-19
- Villafuerte, P. (2020). Educación en tiempos de pandemia: COVID-19 y equidad en el aprendizaje. Recuperado el 22 de marzo 2021, de Observatorio de innovación educativa en https://observatorio.tec.mx/edu-news/educacion-en-tiempos-de-pandemia-covid19
Estudiante de 8vo. semestre, Licenciatura en Psicología, Universidad Latinoamericana.*